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Cuando me acerqué para enseñarles y anunciarles el mensaje, me sentía poco importante y temblaba de miedo. No fui a ustedes como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Sólo dejé que el Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera. Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios.

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